ETAPA 4: SAHAGÚN-ASTORGA (110 KILÓMETROS EN 5 HORAS Y 6
MINUTOS, A UN PROMEDIO DE 21 KM/H, CON UNA MÁXIMA DE 51 KM/H)
Hay peregrinos para todos los gustos. Los que van andando,
los que van desde Roncesvalles, a caballo, en bici, con el equipaje a cuestas, sin
él…pero sólo hay dos peregrinos de la cannonball: Severo y yo. Lo digo porque
vamos a un ritmo que al final nos vamos a plantar en Santiago en un plis plas.
Un ejemplo es la etapa de hoy, en la que nos hemos ventilado los 110 kilómetros
que separan Sahagún de Astorga en cinco horas raspadas, y eso sin forzar la
máquina y haciendo paradas turísticas. Llevamos 428 kilómetros (hemos pasado el
ecuador de nuestro viaje) en sólo cuatro días.
Hoy de nuevo partíamos a las seis y media, y el cachondo de
Severo me decía que “estoy deseando volver a trabajar para no madrugar tanto”.
Y eso que él se levanta a las seis, y yo a las cinco porque mi despertar es más
lento. Aprovecho el inciso para contaros nuestra rutina. Salimos a esa hora con
un solo propósito: llegar a comer a un sitio determinado. Ayer fue lechón en
Sahagún, hoy cocido maragato en Astorga, mañana botillo en Villafranca del
Bierzo. Llegamos, nos duchamos, comemos y nos echamos la siesta. Al levantarnos
yo me pongo con el blog y Severo a organizar el transporte de maletas y hoteles
de los días siguientes. Al acabar nos vamos a comprar provisiones para el día
siguiente, sellamos el pasaporte del peregrino, picamos algo y nos vamos a la
piltra. Y así ya llevamos cuatro.
Como decía, hoy salíamos a la hora de siempre y al ver que
el camino discurría paralelo a la carretera y que estaba plagado de peregrinos
(a partir de ahora se acabó nuestra soledad), decidimos ir por el asfalto. No
era plan ir atropellando un peregrino andarín cada cinco metros. Y así nos plantamos
en León, pasados 60 kilómetros, pocos después de las nueve. Desayunamos a la
entrada (yo ligerito, sólo dos plátanos, una manzana, un bollo de chocolate,
medio croisant y un café) y nos metimos al centro para hacernos la foto con la
catedral. ¡A buena hora! Para salir nos perdimos un poquito y nos os podéis
imaginar el cabreo que pilló Severo por la escasa media hora que palmamos en el
lance. Pero es que somos los peregrinos de la cannonball…
Seguimos por carretera hasta Hospital de Órbigo, donde también
había que hacerse la foto con el famoso puente, y allí Severo ya no protestó,
entre otras cosas porque al ritmo que íbamos en vez de llegar a Astorga a comer
llegábamos a desayunar casi. Primero nos la hizo un italiano un poco torpón,
porque puso sus dedazos a pesar de que yo se lo estaba avisando, y después un
francés más hábil. Entre medias se cruzó una holandesa que estaba estupenda con un manillar
atómico (Severo decía que era muy bueno, pero a mí me parecía un volante en vez
de un manillar). Porque te cruzas con mogollón de gentes de todas las
nacionalidades. Sorprende la multitud de japoneses y coreanos que hacen el
Camino. Hay casi más extranjeros que españoles. Hoy Severo ha saludado a casi
todos, es decir, cinco mil, al grito de “¡buen Camino!”
Finalizamos por carretera hasta Astorga en la etapa que hasta
hoy a mi me ha resultado más fácil. No sé si es porque voy ganando forma, pero
lo de hoy me ha parecido un juego de niños comparado con lo de los días
anteriores. Me sigue doliendo el culo, pero pedaleo sin excesivo sufrimiento a
pesar de las distancias que estamos devorando. Hay que tener en cuenta que la
vez que más kilómetros había hecho seguidos fue hace dos años, que cubrí 50
junto a Miguel Indurain ente Torrecaballeros y Turégano ida y vuelta. Como
vuelva a tener la oportunidad, se va a enterar el navarro…
Hemos ido tan rápido que los equipajes aún no habían llegado
cuando aterrizamos en el hotel, por lo que nos hemos apretado unas cañas (yo
sin plomo, ya sabéis) hasta que han aparecido. Y, como en mi computadora ponía
que he gastado 1.774 calorías, pues nos hemos arreado un cocido maragato,
repitiendo de alguna cosa, con sus natillas de postre, en La Peseta, uno de los
mejores sitios de Astorga, que han alucinado con nuestro saque. No saben que,
para ser peregrino de la cannonball, hay que alimentarse bien. Mañana ponemos
rumbo a Villafranca del Bierzo, 76 kilómetros más el IVA como dice Severo
porque siempre son más, con uno de los escollos más grandes por medio, la Cruz
de Ferro. Besos y abrazos.
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