ETAPA 5: ASTORGA-VILLAFRANCA DEL BIERZO (84 KILÓMETROS EN 4 HORAS Y 51 MINUTOS, A UN PROMEDIO DE 17 KM/H, CON UNA MÁXIMA DE 62 KM/H)
Quiero que sepáis que mientras vosotros os estáis
achicharrando por ahí abajo, nosotros pasamos frío a pesar de los millones de
pedaladas que llevamos acumuladas en los últimos cinco días. Cuando esta mañana
hemos salido de Astorga a la hora oficial, seis y media, no debía hacer más de
diez grados, si es que llegaba. De hecho, hemos echado de menos algo de ropa de
abrigo durante algunos kilómetros. Y en el resto no hemos pasado calor. Tan
sólo en las etapas de Simancas, sobre todo, y algo en la de Sahagún. El resto,
con la fresca. De hecho, por eso nos hemos venido al Camino de Santiago, porque
sabíamos que llegaba la ola de calor.
Como decía, salíamos con la fresca y, por primera vez en lo
que va de viaje, nos hemos encontrado con los noctámbulos que regresaban de sus
juergas de la noche del viernes. De hecho, en un momento de duda por el pueblo,
hemos preguntado a unos que nos han indicado con cierto tambaleo en el cuerpo.
El malpensado de Severo creía que nos estaban engañando (piensa el ladrón que
todos son de su misma condición), pero no. En los primeros kilómetros aún de
noche se distinguían las sombras de los peregrinos más madrugadores.
Aún sin ser de día del todo, hemos llegado a Castrillo de
los Polvazares, donde Maruja hace el mejor cocido maragato del mundo. Una vez,
una pandilla de amigos salimos desde Madrid hacia allí, y otros dos se unieron
desde Coruña y Oviedo. Fuimos, comimos, y regresamos cada mochuelo a su olivo.
Como anécdota contaré que nos bebimos el vino que le había sobrado a Pedro
Solbes el día anterior.
Poco después me he colado en un cruce y nos hemos hecho una
subidita de un kilómetro de propina. De nuevo en la ruta correcta, comenzábamos
a subir las primeras pendientes hacia la Cruz de Ferro, uno de los tres grandes
escollos de nuestro Camino junto con la Fuenfría de la primera etapa y el
Cebreiro de la de mañana. Severo ha aprovechado esos kilómetros para darme una
chapa que no os podéis imaginar. Ha cogido carrerilla y me ha contado su vida y
milagros el tío. Y es que, como somos de la cannonball, tampoco os penséis que
podemos hablar mucho durante tantas horas de pedaleo, porque como vamos a todo
trapo…y él ha aprovechado la calma que precedía a la tempestad del puerto.
Bueno, la verdad es que no ha sido para tanto. Había que
subir, pero poco a poco y sin excesivo sufrimiento nos lo hemos merendado en un
ratito. Al llegar a Foncebadón, ya casi arriba, he parado en el único bar de la
ruta para desayunar, y Severo me ha cantado un pollo de órdago porque aún
faltaban dos kilómetros para la cima. “¡Los puertos están para subirlos enteros!”,
me decía ante el alucinado posadero. Por cierto, que el hombre nos ha contado
que este año hay menos peregrinos que nunca y ha aprovechado para darnos el
típico mitin de que “en España sobran los políticos y los banqueros”. Y no le falta
razón, pero yo ya paso del tema, sobre todo en estos días de recogimiento
espiritual cruzando España a todo trapo con mi bici.
Tiramos hacia la cima de la Cruz de Ferro y allí nos
encontramos con una pareja chico-chica de Madrid a los que habíamos adelantado
antes del café. Venían desde Roncesvalles y nos hemos ayudado a hacer las
fotos. Teóricamente tras ese momento llegaba una larga bajada, aunque con un
par de repechos más. ¡Vaya par de repechos! Pero los hemos pasado y nos hemos
tirado con precaución para abajo porque nos habían avisado que había mucha
gravilla, que luego no era tanta. Nos han adelantado unos rastafaris en una fregoneta
que había que verlos.
Tras pasar por Ponferrada nos quedaban 22 kilómetros a
Villafranca del Bierzo, que han sido peores de lo que pensábamos porque había
unos repechos importantes. Va a ser la tónica desde ahora. Como en mi
computadora ponía que he consumido 1.430 calorías, nos hemos apretado un
botillo de bienvenida. Pero va a ser el último día con objetivo culinario,
porque hemos decidido acabar en dos etapas más, Villafranca-Portomarín, la
etapa reina con el temido Cebreiro por medio, y Portomarín-Santiago. 100 duros
kilómetros cada una, y es probable que no lleguemos a comer a destino. Pero la
cannoball está por encima de nuestros ímpetus gastronómicos. Besos y abrazos
Hoy me he leído todas las columnas del blog del tirón, la primera por segunda vez -he estado liado y no he tenido un rato hasta ahora- y veo que lo estáis pasando bomba. !Animo campeones, que ya queda poco! Pipo ten un poco de piedad con Severo, que es buen chaval y veo que va a volver de vacaciones doblado!!
ResponderEliminarAbrazos a los dos
FGB
Oye, Pipo, Por las fotos parece que tienes más barriga que al salir. Ten un poco de piedad culinaria con Severo, que no tiene el hígado ni el estómago de un periodista del motor, al menos ¡todavía!. Le vas a reventar, pero en los restaurantes.
ResponderEliminarPD. Os he estado leyendo todos los días, desde Ibiza, pero con el Ipad no me dejaba comentar. A ver si ahora hay suerte.