martes, 7 de agosto de 2012

Todo lo que sube, baja


ETAPA 1: TORRELODONES-SEGOVIA (75,13 KILÓMETROS EN 5 HORAS, A UN PROMEDIO DE 15 KM/H, CON UNA MÁXIMA DE 58 KM/H)

Día siete, siete de la mañana. Ahí estábamos todos, todos menos uno, que iba llegando. Era el día y la hora prevista para el comienzo con suerte de nuestro Camino de Santiago. Con un pelín de retraso ha llegado Severo. El hombre estaba un poco atribulado, ya que según ha bajado la bici le he recriminado que llevaba el neumático delantero liso. “No te preocupes, que llevo uno nuevo en la maleta”, me ha contestado. Tras hacernos Arancha (nuestro ángel de la guarda, que luego nos ha traído las maletas a Segovia) la foto de rigor con Juanpi y Alejandro, mis vecinos y amigos que nos han acompañado en esta primera etapa, hemos comenzado nuestra ascensión. Porque lo de hoy ha sido una ascensión en toda regla. Hemos subido durante cuatro horas y media de 700 metros de altura hasta más de 1.500, y hemos bajado en media…pero todo lo que sube baja, por suerte.

Casi nada más salir de casa nos hemos cruzado el primer conejo de monte de los siete que hemos visto hoy (también ha habido de los otros), y un poquito después un jabalí nos ha dado los buenos días. Tras pasar por Hoyo de Manzanares hemos tomado rumbo a Villalba, pasando por las cascadas. Hay un muro de piedra de mucho cuidado, que normalmente paso sobre la bici, pero esta vez, para no forzar, lo he hecho desmontado. Por suerte Alejandro les ha contado a Severo y Juanpi que lo subo sin poner pie como buen trialero que soy, y mi ego ha quedado satisfecho. Al llegar a mi Moralzarzal del alma hemos parado a desayunar en Puskas. Allí estaba, como siempre, Araceli. Parece que ha hecho un pacto con el diablo. Sigue igual que cuando yo era un chaval e iba allí a tomarme mis primeros botellines. Les ha contado las burradas que hacía con la bici por el pilón que había enfrente. Uno se ha tomado una cerveza con limón, otro un café con churros, otro un Acuarius con churros y yo sólo un Acuarius, que soy el más normal.

De allí hemos puesto rumbo a Becerril, en donde me he perdido un poco y hemos decidido seguir por carretera hasta la Fonda Real, en Navacerrada. Cuando vas en coche parece una tontería, pero en bici hemos sudado la gota gorda para llegar. Y hemos hecho nuestro primer reavituallamiento. Geles, barritas, plátanos y sándwich de Nutella han sido los manjares que hemos degustado antes de bajar hacia Cercedilla. Tras cruzar el pueblo hemos enfilado hacia Las Dehesas, en una subida que no parecía acabar nunca. Pero al fin hemos llegado a la Carretera de la República, una construcción del Siglo XIX que se hizo durante la I República, que le da nombre, y que yo recordaba facilita de la vez anterior que la había hecho. Pero entonces aparcamos el coche en su inicio y, recién desayunaditos, la subimos tan pichis. Ahora llevábamos una importante tuta a nuestras espaldas…y no ha sido lo mismo. Casi entro en pájara al llegar al Mirador de Vicente Alexandre, y además me ha empezado a doler el costillar.

Pero tras un nuevo reavituallamiento me he recuperado y hemos seguido hacia la Fuenfría. Y en medio de la montaña me he encontrado con mi cuñado (ahora excuñado) Tate, y con sus hijos Sergio y Jorge. Si yo no daba crédito, ellos menos, sobre todo cuando les he contado que iba hacia Santiago. “Pues allí arriba pone que está a 599 kilómetros”, me ha dicho el cachondo para darme ánimos. Y, efectivamente, eso ponía en la cumbre, como hemos inmortalizado. Pero para nosotros era el paraíso, ya que tras 50 kilómetros sin dejar de subir, desde ahí a Segovia ya era todo bajada. Y una bajada muy bonita, compaginando la Carretera de la República con la Calzada Romana y la Calzada Borbónica, hasta que en Valsaín las flechas del Camino indicaban girar a la izquierda. Por suerte, hemos hecho caso, ya que era un sendero precioso, en el que hemos pasado entre caballos y vacas hasta ver la Catedral de Segovia. Tras pasar las vías del AVE Severo ha pinchado (por suerte la rueda trasera, que si es la delantera desgastada le canto un pollo), pero hemos hinchado y llegado hasta Segovia, donde ha cambiado la cámara.

En mi ordenador de abordo ponía que he consumido 924 calorías. Como no me lo he creído, me he arreado unos judiones de primero, un cochinillo de segundo y una mousse de chocolate de postre. Ea. Ahora, mientras escribo, Severo duerme porque dice que esta noche la vamos a liar, pero en cuanto acabe nos vamos a cambiar su rueda, sellar el pasaporte del peregrino y dar una vuelta para cenar algo y seguir recuperando calorías, que mañana nos toca Segovia-Simancas, nada menos que 110 kilometritos. Eso sí, ya he localizado allí un restaurante que ha ganado el premio a la mejor tortilla de patata…así que seguiré recuperando calorías.











No hay comentarios:

Publicar un comentario